Astrología una manera distinta de percibir la realidad
El frío, eso es lo primero que he sentido al llegar a San Petersburgo. Cuando aterrizaba el avión, a eso de las tres y media de la tarde, decía la megafonía - en alemán, luego en inglés, en francés y en italiano - que la temperatura ambiente era de 12 grados. Pocos días antes estaba en Alicante a mas de 35 grados, por eso he notado el frío con más intensidad.
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En el avión venía relativamente preparado, llevaba un polo, el chalequito de lana que uso siempre como minimanto sufi y un gaban ligero. Al final he tenido que quitarme el gabán y el chaleco, pero nada más bajar del avión he notado ese frío que parece que hiere y que duele.
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Al llegar al hotel Moskva - una de esas inmensas moles de habitaciones - de nuevo el frío. Aún no es de noche y la temperatura a bajado a nueve grados. Menos mal que esta vez vengo preparado. Me he puesto una camiseta afelpada de manga larga, un polo rojo, también de manga larga y un jersey grueso de lana clara, me he calzado unos calzones hasta los pies, tres pares de calcetines uno encima de otro, pantalón de invierno, zapatillas afelpadas y un gorro de piel que me compré el año pasado en unas galerías que están frente al Kremlin, así que ya voy entrando en calor.
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Me ha tocado la habitación 658. Del ascensor hasta la puerta de la habitación hay que pasar 57 puertas, seis pasos de puerta a puerta, andando por un pasillo circular, parecido a un acelerador de partículas. Una locura de edificio, además no encienden la calefacción hasta que la temperatura no baja de los 0 grados, así que aquí estoy pelándome de frío.
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De momento todos los edificios que he visto, son muy parecidos a Moscú, es decir, son construcciones hechas bajo un régimen austero, los edificios que se ven son casas construidas con bloques de cemento visto, sin recubrir, ni pintar, de tonos grises, con ventanas cuadradas sin ninguna decoración. Casi todo son edificios funcionales.
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- Hay que pensar que entre el año 1941 y el 45 esta ciudad quedó completamente arrasada.- Hubo un momento que éstas casas me recordaron a las viviendas sociales que se hacían en España con el régimen de Franco. Las casitas de Franco eran más bonitas y de colores, pero frágiles, y éstas son grises, cuadradas, pero algo más sólidas, sólo algo, deben de tener los muros más gruesos, pero también hay muchas casas que ya están en ruinas.
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-¡Y los tranvías ! eso si que me ha hecho gracia, pues me ha recordado a los tranvías de mi ciudad en los años cincuenta. Los tranvías de Alicante eran de color amarillo y de fabricación francesa de los años veinte. Éstos tranvias rusos son más modernos pero están en un estado mucho más deteriorado que los que tengo en mi recuerdo. Los tranvías de San Petersburgo son unos tranvías penosos, casi chatarra que se arrastra por las vías.
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-En contraste las visitas del jueves me han mostrado una imagen de San Petersburgo completamente distinta, es más, he tenido la sensación de percibir el mayor contraste entre una parte de la ciudad, construida después de la guerra y los famosos palacios imperiales. Explicar con palabras lo que resulta difícil exponer en imágenes es ganas de escribir por escribir.
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Aquí, el emperador, se ve que quiso emular los palacios de Versalles. Los palacios de San Petersburgo son una construcción espectacular, enorme como el Escorial, de diferentes fachadas, con grandes ventanales en la que predomina el azul y el dorado. En los dos bloques que rodean el pabellón central hay un grupo de columnas, en forma humana con el cuello doblado que son colosales y están pintadas de color a áureo ambarino que de lejos parecen doradas. Este tipo de imagen, en la que destaca el torso y desaparecen las piernas, es un diseño que he visto en Roma y me resultaba familiar, sólo que el tamaño de aquí es muy superior y el color dorado las hace más espectaculares.
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El palacio está rodeado de grandes espacios verdes y varios estanques. En uno de ellos hay un palacete que es una sauna enorme desde donde se supone que salían para tomar un baño helado en el estanque. En otro estanque, del tamaño del Retiro de Madrid, hay una isla en el centro con otro palacete que tiene al lado un monumento muy alto, como un obelisco y en lo alto un cisne.
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-Rápidamente me ha recordado al cisne de Leda como una representación de Zeus. De tal manera que me ha sido fácil deducir que en este lugar era donde el emperador mantenía sus contactos amorosos con sus amantes.Cuando he preguntado sobre la función del palecete de la isla del lago, me han confirmado mis sospechas.
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Al entrar en el palacio principal, lo primero que he observado es que la mayor parte de la planta baja se ha trasformado en una especie de mercadillo donde ofrecen souvenirs de todo tipo, mantones rusos, muñecas katiuscas de mil y una forma y montañas de ambar en forma de collares, pendientes, sortijas y adornos muy variados basados en el ámbar.
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Al subir las escalinatas he visto, adosados a las paredes, unos radiadores de calefacción descomunales. Aunque estaban apagados se me ha quitado el frío sólo de verlos. .
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En primer lugar he visitado el salón de baile. Es una estancia inmensa, la sala de baile más grande que he visto en toda mi vida. Ocupa toda la anchura del edificio que es de unos treinta metros y de largo, sobrepasan los sesenta metros, es decir el doble largo que ancho. Es un lugar luminoso dorado que invita a bailar. El suelo que se pisa está formado por un entramado de parquet de madera de diferentes colores y de múltiples diseños que forman un tapiz deslizante y cálido. Todo el mundo, nada más entrar, baila, dan unos pasitos dejándose deslizar por la grandiosa pista de baile y luego siguen su visita.
Es un salon irresistible al baile, es un lugar que incita a bailar, hasta yo he dado dos o tres pasitos y una vueltecita para probar el deslizamiento. He imaginado la experiencia que se podría tener aquí bailando el giro sufi de alta velocidad, sólo lo he imaginado y me ha dado vértigo y un poco de miedo.
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Luego he ido visitando una a una las variadas estancias del palacio que dan al sur que tienen un tamaño como medio salón de baile y los techos son igual de altos. Todos los dinteles de las puertas están decorados en dorado, exageradamente decorados y dorados. La sensación es la de entrar en una cavidad dorada llena de orlas de todo tipo. En la primera estancia predomina el blanco, el color dorado combinado con blanco, en la segunda estacia, predomina el color verde junto al dorado y el blanco con el verde, con tiras largas de malaquita verde; en la tercera estancia predomina el rojo, dorado y rojo.
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Esta secuencia me ha llamado la atención pues en la sala roja había una mesa de ajedrez mientras que la verde tenía objetos musicales, la primera era un comedor. Así que he pensado astrológicamente y la siguiente debería de ser completamente dorada, lo más dorada posible. ¡pues bien! aún pensando así, la siguiente estancia me ha sorprendido porque era lo más dorado que he podido ver jamás en mi vina. Era dorada, muy dorada, dorada y sólo dorada, las enormes paredes estaban recubiertas hasta arriba de mosaico compuesto por placas de ámbar, pequeñas piezas de ámbar de un tamaño no superior a media palma de la mano.
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- He tocado con la mano la pared de ámbar y rápidamente ha venido una de esas típicas señoras guardesas a llamarme la atención por tocar. -No la he entendido, pero sabía que me decía - ¡Niño, eso no se toca¡ - .
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Indudablemente ésta era la estancia de don Pedro el Grande, pero he visto al fondo de la habitaciñon una puerta que conduce a otra estancia y me ha intrigado el saber a donde conducía esa puerta del fondo.
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Después de éste enorme salón dorado hay otras estancias; una que tiene una biblioteca, otra de color azul, dorado y azul -el dorado siempre está presente, otra llena de cuadros sin marcos, pues los marcos son tiras doradas que encierran las pinturas y no se ve pared alguna.
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En unas paredes laterales - teniendo en cuenta que estas estancias tienen más de cuatrocientos metros cuadrados cada una - más o menos 20x20- he contado 66 piezas, había temas mitológicos, desnudos de cuerpo arriba.
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-Esto de los desnudos de torso y la desaparición de las piernas en casi todas las obras pictóricas y las esculturas, me ha dado que pensar, es como si aquí vieran al cuerpo sólo por arriba y sintieran la necesidad de olvidarse del resto.
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Después he dado la vuelta y he ido visitando la parte norte, donde se comunicaban cada una de las puertas de los salones de antes. La que más me ha sorprendido ha sido precisamente la que más me intrigaba, la parte de atrás del enorme salón dorado. El contraste de decoración, muebles, estilo y de todo es bestial, resulta que por detrás del salón dorado está la estancia de un mogol, con armas, asientos y decoración propias de Atila. El Zar, por fuera quería parecerse al rey Sol francés, pero por dentro era un atilano. .
Que curioso ¿no?
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