Astrología una manera distinta de percibir la realidad
Para poder entender los planetas, hay que conocer sus orígenes, he aquí la historia del pueblo sumerio que nos dejo su sabiduría plasmada en sus tablillas de arcilla, ellos de alguna manera fueron testigos de los hechos que aquí se relatan.
Este es un extracto del libro: El Genesis Revisado del investigador Zecharia Sitchin
Pag.38:
Los textos sumerios hablan de un único acontecimiento, pero amplio. Estos textos explican mas de lo que los astrónomos modernos han intentado explicar en lo referente a los planetas exteriores. Pero los textos antiguos también explican materias más cercanas, como las del origen de la Tierra, la Luna, el cinturón de asteroides y los cometas. Luego los textos pasan a contar un relato que combina el credo de los creacionistas con la teoría de la evolución, un relato que ofrece una explicación más adecuada que las que ofrece cualquier teoría moderna sobre lo que sucedió en la Tierra y sobre el modo en que vinieron a ser el hombre y la civilización.
Todo comenzó, según los textos sumerios, cuando el sistema solar aun era joven. El Sol (APSU en los textos sumerios, que significaba “El que existe desde el principio”), su pequeño acompañante MUM.MU (“El que nació”, nuestro Mercurio) y, un poco mas allá, TI. AMAT (“Doncella de la vida”) fueron los primeros miembros del sistema solar; éste se expandió gradualmente con el nacimiento de tres parejas planetarias: los planetas que llamamos Venus y Marte, entre Mummu y Tiamat; la pareja gigante Júpiter y Saturno (por utilizar los nombres modernos), más allá de Tiamat; y Urano y Neptuno, aun más lejos.
En este sistema solar original, todavía inestable poco después de su formación (estimo que pudo ser hace cuatro mil millones de años), apareció un invasor. Los Sumerios le llamaron NIBIRU; los Babilonios lo rebautizaron como Marduk, en honor a su Dios nacional. Apareció desde el espacio exterior, desde “lo profundo”, tal como dicen los textos antiguos. Pero, con su aproximación a los planetas exteriores del Sistema Solar, comenzó a verse atraído hacia su interior. El primer planeta exterior en atraer a Nibiru con su campo gravitatorio fue Neptuno, E.A en sumerio (“aquel cuya casa es el agua”). “El que lo suscitó fue E.A”, dice el texto antiguo.
Ciertamente, Nibiru/Marduk era digno de contemplar; atractivo, brillante, noble o señorial son algunos de los adjetivos que utilizaron para describirlo. Chispas y relámpagos salían de él hacia Neptuno y Urano a medida que pasaba junto a ellos. Pudo llegar con sus propios satélites orbitándole, o pudo quitárselos a los planetas exteriores como consecuencia de su atracción gravitatoria. El texto antiguo habla de sus “miembros perfectos… difíciles de percibir”: “cuatro eran sus ojos, cuatro sus oídos”.
Cuando pasó por las cercanías de EA/Neptuno, a Nibiru/Marduk le salió una protuberancia en el costado, “como si tuviera una segunda cabeza”. ¿Se separaría esa protuberancia, convirtiéndose en Tritón, la luna de Neptuno? Un detalle que nos lleva a sospecharlo seriamente es el hecho de que Nibiru/Marduk entrara en el Sistema Solar con una orbita retrograda (en el sentido de las agujas del reloj), al revés que todos los demás planetas. Solo este detalle sumerio, según el cual el planeta invasor se movía en contra del movimiento orbital de todos los demás planetas, puede explicar el movimiento retrogrado de Tritón, las órbitas extremadamente elípticas de otros satélites y cometas, y el resto de acontecimientos importantes que todavía tenemos que abordar.
Cuando Nibiru/Marduk pasó junto a Anu/Urano, se crearon más satélites. Al describir este transito por Urano, el texto dice que “Anu sacó y engendro a los cuatro vientos”, una referencia tan clara como sería posible esperar a las cuatro lunas principales de Urano que, según sabemos ahora, se formaron durante la colisión que ladeó a Urano. Al mismo tiempo, nos enteramos en un pasaje posterior del mismo texto que Nibiru/Marduk obtuvo tres satélites como consecuencia de este encuentro.
Aunque, tras su captura en órbita solar, los textos sumerios nos dicen que Nibiru/Marduk volvió a visitar los planetas exteriores conformándolos poco a poco hasta el sistema que conocemos hoy en día, aquel primer encuentro nos da la explicación de los enigmas a los que se enfrentaba y todavía se enfrenta la astronomía moderna respecto a Neptuno, Urano, sus lunas y sus anillos.
Tras pasar junto a Neptuno y Urano, Nibiru/Marduk siguió introduciéndose en mitad del sistema planetario, al ser atraído por los inmensos campos gravitatorios de Saturno (AN.SHAR, “Primero de los cielos”) y Júpiter (KI.SHAR, “Primero de las tierras firmes”).
Cuando Nibiru/Marduk “se aproximo y se puso como en combate” cerca de AN.SHAR/Saturno, los dos planetas “se besaron los labios”.
Fue entonces cuando el “destino”, el recorrido orbital, de Nibiru/Marduk cambio para siempre. Fue también entonces cuando el principal satélite de Saturno, GA.GA (con el tiempo Plutón), se alejó en dirección a Marte y Venus, una dirección posible únicamente merced a la fuerza retrograda de Nibiru/Marduk. Haciendo una enorme órbita elíptica, GA.GA volvería con el tiempo a los suburbios del Sistema Solar. Allí se “dirigió” a Neptuno y Urano al pasar sus órbitas en el vaivén. Fue el comienzo del proceso por el cual GA.GA se convertiría en Plutón, con su peculiar órbita inclinada que, en ocasiones, lo introduce entre Neptuno y Urano.
El nuevo “destino”, o recorrido orbital, de Nibiru/Marduk le llevaba ahora irrevocablemente hacia el antiguo planeta Tiamat. En aquellos tiempos, relativamente tempranos en la formación del Sistema Solar, éste estaba marcado por la inestabilidad, en especial (según nos dice el texto) en la región de Tiamat. Mientras los planetas más cercanos estaban todavía bamboleándose en sus órbitas, Tiamat era atraída en muchas direcciones, por parte de los dos gigantes que había más allá de ella, y por parte de los dos pequeños planetas que había entre ella y el Sol. Una consecuencia de ello había sido la expulsión de sí, o la reunión a su alrededor, de una “hueste” de satélites “furiosos y coléricos”, en el lenguaje poético del texto (al cual los expertos llaman La Epopeya de la Creación). Estos satélites, “monstruos rugientes”, estaban “revestidos de terror” y “coronados de aureolas”, dando vueltas furiosos y trazando sus órbitas como si fueran “dioses celestiales” (planetas).
Pero el mas peligroso para la estabilidad o la seguridad del resto de planetas era el “líder de la hueste” de Tiamat, un gran satélite que había crecido hasta alcanzar casi el tamaño de un planeta, y que estaba a punto de obtener un “destino” independiente (su propia órbita alrededor del Sol). Tiamat “le lanzo un conjuro, para que se sentara entre los dioses celestiales, lo exaltó”. En sumerio recibió el nombre de KIN.GU, “Gran emisario”.
Al igual que una tragedia griega, la subsiguiente “batalla celestial” fue inevitable, pues las fuerzas gravitacionales y magnéticas entraron en juego inexorablemente, llevando a la colisión entre el recién llegado Nibiru/M arduk, con sus siete satélites(“vientos” en el texto antiguo), y Tiamat y su “hueste” de once satélites, encabezados por Kingu.
Aunque llevaban rumbo de colisión, Tiamat orbitando en dirección contraria a las agujas del reloj y Nibiru/Marduk en la dirección de las manecillas del reloj, los planetas no llegaron a chocar, algo que constituye un hecho de importancia cardinal en lo astronómico. Fueron los satélites, o “vientos” (significado literal sumerio: “Los que están al lado”) de Nibiru/Marduk los que se estrellaron contra Tiamat y chocaron con sus satélites.
Estos “vientos”, o satélites, de Nibiru/Marduk, “los siete”, fueron las principales “armas” con las que fue atacada Tiamat en la primera fase de la Batalla Celestial. Pero el planeta invasor tenía además otras “armas”:
Cuando los dos planetas y sus ejércitos de satélites estuvieron lo suficientemente cerca para que Nibiru/Marduk pudiera “explorar el interior de Tiamat” y “percibir los planes de Kingu”, Nibiru/Marduk atacó a Tiamat con su “red” (¿campo magnético?) para “envolverla”, disparándole gigantescos rayos al viejo planeta (“rayos divinos”).
Tiamat “se colmó de resplandor”, ralentizándose, calentándose, “se dilató”. Amplias brechas se abrieron en su corteza, quizás emitiendo vapor y materias volcánicas. Luego, en una amplia fisura, Nibiru/Marduk lanzo a uno de sus grandes satélites, el llamado “Viento del Mal”. Éste le abrió “el vientre” a Tiamat, “le atravesó las entrañas y le partió el corazón”.
Además de resquebrajar a Tiamat y “extinguirle la vida”, el primer encuentro sello el destino de las lunas que la orbitaban, todas salvo el planetario Kingu. Cautivos en la “red” (la atracción magnética y gravitatoria) de Nibiru/Marduk, los miembros de la “banda de Tiamat”, “hechos añicos, despedazados”, fueron arrojados de sus anteriores rumbos y forzados a seguir nuevas orbitas en dirección opuesta: “Temblando de miedo, volvieron sus espaldas”.
Así se crearon los cometas. Así nos dice el texto con 6.000 años de antigüedad, alcanzaron sus órbitas los cometas, órbitas enormemente elípticas y retrógradas. En cuanto a Kingu, el principal satélite de Tiamat, el texto nos dice que, en la primera fase de la colisión, a Kingu se le privó de su casi independiente órbita. Nibiru/Marduk le arrebató su “destino”. Nibiru/Marduk convirtió a Kingu en DUG.GA.E, “una masa de arcilla sin vida”, desprovista de atmosfera, de aguas y de material radioactivo, y disminuyo de tamaño; y “lo encadenó con grilletes”, para que permaneciera en órbita de la malograda Tiamat.
Después de vencer a Tiamat, Nibiru/Marduk zarpó con su nuevo “destino”. El texto sumerio no deja lugar a dudas de que el antiguo invasor quedó en órbita alrededor del Sol. Después de circundar al Sol (Apsu), Nibiru/Marduk se alejó en el espacio. Pero, ahora, cautivo para siempre en la órbita solar, tenía que volver. A su regreso, Ea/Neptuno estuvo allí para recibirle y Anshar/Saturno aclamó su victoria. Después, su nueva órbita le llevó de nuevo a la escena de la Batalla Celestial, “volvió hasta Tiamat, a la que había herido”.
El señor se detuvo para ver su cuerpo sin vida.
Dividir al monstruo astutamente planeó.
Después, como un mejillón, la partió en dos.
Y, con esta acción, la creación del “cielo” alcanzo su etapa final, con el inicio de la creación de la Tierra y la Luna. En primer lugar, los nuevos impactos partieron a Tiamat en dos mitades. El satélite de Nibiru/Marduk llamado Viento Norte impactó sobre la parte superior de Tiamat, sobre su “cráneo”; el golpe la llevó, y con ella a Kingu, “hasta lugares que habían sido desconocidos”, es decir, a una nueva órbita donde no había existido ningún planeta antes. ¡así se crearon la Tierra y la Luna!
La otra mitad de Tiamat fue hecha pedazos por los impactos. Esta mitad, la inferior, su “cola”, fue “repujada” hasta convertirla en un “brazalete” en los cielos. Así se creó “la Gran Banda”, el cinturón de asteroides.
Después de quitarse de en medio a Tiamat y a Kingu, Nibiru/Marduk volvió a “cruzar los cielos e inspeccionar las regiones”. Esta vez, centro su atención en la “Morada de Ea”(Neptuno), dándole a aquel planeta y a su gemelo, Urano, su constitución final. Según este antiguo texto, Nibiru/Marduk también le dio a Gaga/Plutón su “destino” final, asignándole “un lugar oculto”, es decir, una parte de los cielos hasta entonces desconocida. Estaba mas allá de donde se hallaba Neptuno; se nos dice que estaba “en lo profundo”, en el espacio exterior. Pero, como correspondía a su nueva posición como planeta mas alejado del Sol, se le concedió un nuevo nombre: US.MI, “El que Muestra el Camino”, el primer planeta con el que se encontraría al entrar en el Sistema Solar, es decir, yendo desde el espacio exterior hacia el Sol.
Así se creó Plutón, y se lo puso en la órbita que ahora mantiene.
Así, habiendo “construido las estaciones” de los planetas, Nibiru/Marduk hizo dos “domicilios” para sí mismo. Uno de ellos estaba en el “firmamento”, como se le llamaba también al cinturón de asteroides en los textos antiguos; el otro, mucho mas lejos, “en lo profundo”, y se le llamó “domicilio grande/distante”, alias E.SHARRA (“domicilio/hogar del gobernante/príncipe”). Los astrónomos modernos llaman a estas dos posiciones planetarias el perigeo (punto orbital más cercano al Sol) y el apogeo (el más lejano). Es una orbita que precisa de 3600 años terrestres para su recorrido.
Y así el invasor que llego del espacio exterior se convirtió en el duodécimo miembro del Sistema Solar, un sistema constituido por el Sol en su centro, con su compañero de siempre, Mercurio, tres parejas antiguas(Venus y Marte, Júpiter y Saturno, Urano y Neptuno); la Tierra y la Luna, los restos de la gran Tiamat, aunque en una posición nueva; Plutón, recientemente independizado; y el planeta que le dio a todo su forma final, Nibiru/Marduk.
La astronomía moderna y los más recientes descubrimientos sostienen y corroboran este relato milenario.
Zecharia Sitchin falleció el pasado 9 de Octubre, 2010, nos dejó una interesante colección de libros acerca de este tema y de los orígenes de la humanidad.
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