Astrología una manera distinta de percibir la realidad
En el antiguo mito griego, el Jardín de las Hespérides estaba custodiado por un dragón inmontal que puso como guardián del lugar, la Diosa Madre, (Deus meter, Démeter) era un dragón con cien cabezas, el hijo de Tifón y de Echidna.
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El dragón halado, que también se parece una serpiente halada, es el guardían que la Diosa Madre puso en el Jardín para proteger a las manzanas de oro y también era el guardián de Vellocino de oro en el mito de Jasón. Este dragón o serpiente halada se encuentra también representado en el cielo en la constelación del Draco.
Las estrellas que forman esta constelación llegan a rozar ligeramente el horizonte, pero nunca se ponen, es como si el Dragón siempre se quedara vigilante sobre cielo, es un guardián que mora en los lugares vedados a los hombres, cuidador de lo divino y de los tesoros escondidos.
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Esta constelación se sitúa por encima de Hércules y se retuerce entre las constelaciones de las dos Osas. Arato la describe de la siguiente manera:
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“Entre las constelaciones de las Osas, como la corriente de un río, se revuelve el Dragón, monstruo prodigioso, varias veces retorcido, inconmensurable; las Osas recorren su círculo desde uno al otro lado de su espiral, guardándose del azulado Océano. Pero aquel toca a una con la punta de la cola y rodea la otra con su espiral: la punta de su cola descansa junto a la cabeza de la Osa Hélice; Cinosura tiene la cabeza en su espiral; esta se enrolla exactamente en torno a su cabeza y desciende hasta el pie, después retrocede de nuevo bruscamente. En la cabeza del Dragón brilla, en más de un punto, más de una estrella: dos en las sienes, dos en los ojos; y más abajo otra señala la parte más extremada de la mandíbula del terrible monstruo. Su cabeza está inclinada; parece enteramente que mira hacia la punta de la cola de Hélice; su boca y su sien están completamente en línea recta con la punta de la cola. La cabeza del Dragón casi va a parar allí donde se confunden los límites de los ocasos y los ortos unos con otros.”
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-Esta serpiente cósmica representa también al Ouroboros que busca su cola con su boca abierta para cerrar los ciclos celestes.
El Ouroboros y la serpiente halada que se muerde la cola es una representación del zodiaco, de la franja del cielo por donde transcurre el caminar de los luceros, de los planetas y de donde éstos no pueden salir.
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El Dragón de las cien cabezas vigila que los cuerpos planetarios, las manzanas doradas de la sabiduría, se mantengan dentro de su curso, en el jardín celeste del anochecer.
El Dragón halado del cielo representa los ciclos de tiempo que se pueden conocer a través del zodiaco celeste. Pero el Dragón esconde otro simbolismo que lo relaciona con el fuego interno. En el plano de lo esotérico u oculto, (hermético) el Dragón o la serpiente halada se relaciona con la transmutación de las energías internas.
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En una de sus leyendas Hermes interpone la vara de oro que le intercambió a Apolo, entre dos serpientes que luchaban entre sí, las cuales se enroscaron alrededor del báculo formando así el caduceo, principal atributo de Mercurio y primer diseño de Gaudí en las farolas de la Plaza Real de Barcelona.
En su faceta simbólica el báculo de oro, representa a la médula espinal, siendo las dos serpientes, las dos fuerzas principales, la dualidad manifestada la fuerza de la vida y la fuerza de la naturaleza. Ambas fuerzas luchan por la supremacía en cada uno de los seres humanos. Una trata de exteriorizarse a través de la procreación, mientras que la otra tiende a sumblimar la sexualidad y fluir a través de la creación.
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El famoso mercurio alquímico, a transmutar en oro, es otra forma de denominar ese mismo combate interno que libera las fuerzas de la conciencia, del dominio de lo físico material y permite realizar una creación excepcional como la de Gaudí. Matar al dragón significa matar los apetitos carnales y dejar fluir las energías creadoras a través de la creación pura.
Matar al Dragón es superar la tentación carnal, suprimir los deseos terrenales y optar por el Dragón celeste, por la creatividad pura e inmortalizadora, transcender el mundo presente y adquirír un billete para eternidad.
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Chevalier nos dice que: “El “matador de dragón” es el sacrificador que aplaca el poder divino y se identifica con él; el dragón produce el soma que es elixir de la inmortalidad.
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El Dragón y Gaudi forman una unidad indisoluble, en su trabajo de artista arquitecto, el dragón está en todas y cada una de sus obras.
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que bueno estuvo esto !!!!
Hola Tito, en la Gnosis este es el segundo factor en la realización del camino al Padre, es lo que llaman el trabajo de la Alquimia, es interesante.
Saludos desde estas montañas.
Teresa.
EXCELENTE ARTICULO ALQUIMICO.
UN ABRAZO,
CARLOS AREVALO.
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Tito Macia
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