Tito Macia

Astrología una manera distinta de percibir la realidad

Primer ascenso al observatorio inca de la Ciudacita. La historia de un apunamiento.

Alfredo, el indio baqueano que vive en la Finca del Tesoro, a los pies del Aconquija, al borde del desierto de Catamarca, cría un tipo de caballo ligero, de patas finas, fuertes y nervudas capaz de trepar por lugares absolutamente alucinantes.

Sin esos caballos, no sería posible llegar a la Ciudadita salvo para los deportistas de élite. Los caballitos del Aconquija son de una raza especial y diría que única. Ya me dijo Charlie, mi compañero de viaje, que estos animales serían nuestros mejores aliados en la montaña, como sin duda así fue.

Para llegar al observatorio indígena de la Ciudadita, donde está la puerta del Sol más alta del mundo, había que subir por las empinadas serranías del Aconquija montado a un caballo. -Montar a caballo- ¡Dios mío! pero si no había montado sobre un caballo desde hace más de 30 años y en total no habré montado ni media docena de veces.

-Pensaba que al llegar a este lugar tendríamos a nuestra disposición unas mulas de carga como las que había en el pueblo de Sella hace años, animales dóciles y nobles que servían para todo, con ellos labraban la tierra, trasportaban las cosechas y los abonos, y servían como transporte humano de arrastre, sus colas siempre limpias y trenzadas se usaban para agarrarse a ella y dejarse arrastrar por la empinadas pendientes de la serranías alicantinas.

Pero aquí sólo hay una pequeña mula blanca que se la ha apropiado Charlie. y el resto son caballos nervudos y ligeros. Al final en esta expedición la comitiva se compuso de cinco caballos y una mula.

El primer caballo era el de la carga, en el que se transportaban tiendas de campaña, vestuario y los materiales de todos, enseres y comida. No se como pudo llegar todo eso hasta arriba, se le desató la carga varias veces, no es nada fácil subir con un caballo cargado. Este caballo iba tirado por Alfredo que marchaba andando cargado con la mochila de Charlie.

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.-Cuando Charlie se dispuso a montar en la mula blanca, me di cuenta que la mochila pesaba más de quince kilos y eso podría perjudicarle físicamente, pues Charlie no tiene ninguna costumbre de realizar ni siquiera paseos largos. Al le gusta comer bien con buen vino en buena compañía, ese es su mejor deporte, aquí estaba por amor a Patricia y afecto hacia mi, pero no es donde encontrareis a Charlie paseando.

Le di a Alfredo su mochila, pensando en que la cargaría sobre alguno de los caballos, pero Alfredo optó por cargársela a su espalda. - me quedé un poco perplejo.

Jessica Escudero la baqueana del futuro

En segundo lugar de la comitiva marchaba el caballo de Jessica la hija mayor de Alfredo que tiene 11 años y nació un 20 de agosto del 92. Su día de nacimiento es un momento de energía radiante muy intenso, lo que en Astrología llamamos un nacimiento con muchas astrodinas. Las astrodinas para los astrólogos es una manera de pesar, medir o calcular la energía radiante de un momento, equivalente a los voltios, kilos, litros, metros o cualquier otro tipo de medida.

El nacimiento de Jessica es de una energía extraordinaria y fuera de lo normal. El Sol se encuentra en el grado 28 de Leo, lugar del cielo donde "pesa" el máximo en astrodinas de calidad. La Luna está en el signo de Tauro, el segundo lugar del cielo donde tiene más astrodinas de calidad. La Luna y el Sol forman un ángulo de 90 grados, lo que en astrología llamamos la cuadratura.

Para hacernos una idea del significado de estas energías podemos pensar en las mareas. Cuando la Luna y el Sol se encuentran alineados con la tierra, bien por ser Luna nueva o Luna Llena, las mareas que se producen en las costras marinas son mareas vivas o de máxima intensidad, la fuerza gravitacional de estos cuerpos celestes tira conjuntamente aumentando la elevación de la marea en varios metros en las islas del Pacífico, mientras que los días en que hay Luna creciente o menguante, como es el caso del cielo del día de nacimiento de Jessica, no hay mareas, se dice que son días de mareas muertas, porque el agua ni sube ni baja, la fuerza gravitacional de estos cuerpos celestes se contrarrestan la una a la otra, por eso son días de una energía celeste de muchas astrodinas o mucha fuerza.

Esta resonancia planetaria se puede asociar al esfuerzo, al trabajo, la acción sobre la materia, la fuerza para competir en este mundo material. Este ángulo pesa muchas astrodinas de fuerza, de capacidad de trabajo, señala esfuerzos intensos, capacidad de lucha por la vida, cargas adicionales y ataduras a personas, lugares o trabajos. Representa el ciclo cerrado de transformación de energías y falta de nitidez para percibir las carencias personales, indica encuentros con la realidad que suponen un gran esfuerzo.

Se puede decir que obliga a un fuerte consumo de energía y que señala fuerza para el trabajo, o la obligación de adoptar roles algo desacordes con la personalidad. Pero eso no es necesariamente negativo.

Jessica Escudero no tiene hermanos varones, toda la descendencia de Alfredo está compuesta por mujeres, en la actualidad tiene cuatro hijas, la mayor es Jessica, es la baqueana del futuro, sin ella se perderán muchas posibilidades de acceder a estas serranías.

Al subir por las empinadas y pedregosas cuestas, Jessica decía: - Pa, no puedo subir por aquí, el caballito no sube. -Contestaba Alfredo: -Dale, hija dale, agarráte de las crines.- Y Jessica arreaba al caballito y subía por pendientes pedregosas, angostas e increíblemente empinadas, como si estuviera montada encima de un gato.

Jessica voceaba se volvía hacia nosotros y nos gritaba: - ¡Agárrense a las crines, acrinarse, agarrarse, acrínese, acrínense! -Y para arriba, y así una y cien veces. 37 kilómetros de alta montaña donde no hay más camino que la imaginación, el resto son barrancos, quebradas, lomas y alguna senda pedregosa que deja marcado el poco ganado que pasta en estas alturas. Cuesta arriba hasta los 4500 metros en una sola jornada.

Allá en la altura el cóndor es el rey, pasa volando y nos mira, y trae a su compañera cóndora, y nos miran, y revuelan, nos miden, buscan si habrá aquí alimento para sus polluelos, son impresionantes estas enormes aves dueñas de las alturas.

A lo lejos divisan un becerrillo algo desvalido, el cóndor macho gira en el cielo y nos muestra su lomo blanco como las cumbres de las montañas, se lanza en vuelo descendente hacia el becerro, llega hasta el animal, lo agarra del pescuezo y con sus tres metros de envergadura lo eleva unos metros por encima de la tierra, el becerro berrea sacando la lengua, entonces la cóndor hembra entra acción y con un vuelo suave, pero preciso pasa delante y con su afilado pico corta la lengua del becerro que tarda pocos minutos en morir desangrado, el cóndor macho lleva el becerro hasta su nido. Mientras tanto, la cóndor vuela girando suavemente, esperando, mirando, oteando, ha llegado la hora de comer.

Ir montado en un caballo aconquijano acompañado de los Escudero y los guías de alta montaña, es una experiencia mucho más intensa de la que uno se puede imaginar y casi imposible describir, pero de todos modos intentaré transmitirlo.

La primera hora de ir montado es bastante tranquila pues el camino es ligeramente ascendente y los caballitos andan, no trotan, no galopan, se va de maravilla, te da risita por dentro del gustito de ir montado y desplazándote sobre un terreno terriblemente pedregoso y lleno de cactus de todo tipo.

- En la parte más baja de la serranía hay cactus de tamaño de una persona, de dos, de tres y hasta de cuatro personas de altura, luego, más adelante son menos altos, pero enormes, hay asientos de suegra, unos cactus redondos de tamaño enorme que crecen en los lugares más impensables, lo mismo se crían en el hueco de una roca que en lo alto de un barranco. Hay una numerosa variedad de especies de cactus más pequeños, muchos de ellos están en flor.

La comitiva se detiene un momento, Escudero está recogiendo una especie de higo chumbo que tiene como frutos unos de estos cactus redondos de tamaño descomunal, nos ofrece a Patricia y a mi un fruto de estos partido en dos. Por fuera estos frutos parecen un poco a los higos chumbos, por dentro son lechosos con minúsculos puntitos negros, que deben ser las semillas y su sabor es suave fresco, ligeramente azucarado de poca intensidad de sabor, diría que es refrescante y ya está.

Más adelante aparecen otros cactus con flores rojas preciosas. Luego aparecen los cactus de San Pedro. Dice Patricia que estos cactus son entheógenos, que quiere decir: “estar en Dios”. Son las plantas que los antiguos indígenas utilizaban para comunicarse con la divinidad. Es una planta sagrada para los antiguos habitantes del lugar.

Por lo que comenta Patricia se trata de una sustancia que al ser ingerida reduce severamente los niveles de serotonina y provoca estados que pueden llevar a la experiencia mística, al descubrimiento de que uno y Dios es la misma cosa y que otro y Dios y uno es la misma cosa y eso a muchos los pone nerviosos, pues significa para el ego morirse un poco, morirse, dejar de ser yo.

El cactus de San Pedro te abre una puerta hacia dentro y hacia fuera, hacia el Todo, fuera del tiempo, en el Ser. Una experiencia a la que todo ser humano tiene el derecho de acceder antes de morir de verdad. Un amigo de Patricia que nos ha ayudado a organizar este viaje le ha pedido por favor, que si puede que le lleve uno de estos cactus sagrados, se lo hemos dicho a Escudero y en la bajada se encargará de recolectar un par de ellos, uno pequeño para mí, para plantarlo en Sirventa y otro para Daniel, el amigo de Patricia.

Pasadas las primeras horas de ascenso la cosa se complica de golpe, hay que bajar por un barranco de más de cincuenta metros de profundidad por una senda que llamarle senda es puro eufemismo, es por llamarle alguna manera a una pequeña rampa de más de cien metros de longitud serpenteante, una senda en pendiente muy estrecha de no más de un palmo, y de tierra suelta con caída directa al fondo del río.

Los "huesesitos" del cuerpo te bailan, es como si las costillas quisieran salirse del cuerpo para no estar dentro cuando pase lo que te ves venir. Con perdón, el culo se te aprieta de tal manera que la rigidez de los glúteos supera el metal, te quedas tieso, miras al cielo, y dices, Señor, en qué lío me he metido, hágase tu voluntad. Y ¡hala! para abajo, haciéndote el tonto, disimulando, por si acaso de te salvas de ésta.

-Nos contaba al regreso nuestro guía Pablo Zelaya, que en otras expediciones a caballo, mucha gente se volvía de este lugar por que se sentían absolutamente incapaces de seguir, les invadía un miedo insoportable y optaban por regresar. -De verdad que los comprendo, comprendería perfectamente que alguien en una situación como esta decidiera regresar, es absolutamente razonable y humano, tiene uno que sentir algo que sea más fuerte que la razón para seguir por aquí. Es alucinante bajar a caballo por semejante barranco, después de esto, cuando llegas abajo y estás vivo y no ha pasado nada, el ombligo se encoge y se expande varias veces, es como si dentro de la barriga viviera un enano que en ese momento se está partiendo de risa, y te ríes, vaya si te ríes, moqueas de risa de estar vivo y allí montado en el caballito aconquijano.

Después de un rato de caminar por el fondo del riachuelo, lo mismo pero al revés.

- !Acrinense, acrinense¡ Gritaba la Escudero de 11 años montada en su caballito saltando tierra arriba como si un gato fuera. Y tu te acrinas, vaya si te acrinas, te sale no se donde una maña para agarrarte del pelo del animal y te acrinas y pones cara de póquer y aprietas las piernas al animal y al final te unes, te integras con el noble caballo, y tu y el caballo eres tu y te sale lo que llevas dentro de bravo, te sale lo bravo, lo fuerte, lo enérgico, lo que los astrólogos asociamos con lo Marte de cada uno. Te sale esa parte del reflejo velado del dios Marte, en lo marciano que seas.

Ahí viene Carlos con su mula blanca, devorando espacios, atesorando imágenes para compartir.

El está exactamente igual de sorprendido, le ocurre lo mismo que a mi. Carlos tiene su Sol en Piscis pero su Ascendente está en el signo de Aries, así que hoy está descubriendo su bravura, la bravura que lleva dentro, el guerrero que se esconde en el sensible corazón de un Piscis.

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Patricia fue el ser humano más fuerte del grupo, hubo un momento del viaje que se bajó del caballo y subió andando tirando del caballo, nunca sabré si es que le dio pena el animal o es que tenía ganas de estirar las piernas.

Subimos y subimos interminablemente a lo largo de la mañana, llegamos hasta los 4500 metros y entonces empiezo a sentir pereza para escribir, pereza, ¡Dios mío! pereza, eso es un pecado mortal, pero sentía pereza no podía escribir nada.

La pereza según me comentaba mi amigo Jose Mari Ortiz tiene una relación directa con el desamor. La pereza se combate con diligencia y la diligencia viene de hacer las cosas por amor. La pereza es falta de amor a las personas o a las cosas según él. -Pero éste no era mi caso, la pereza que sentía era causada por la falta de oxígeno en el cerebro.

-Tan sólo tengo una nota escrita de ese momento que dice que: "Delante de mis ojos aparece un espacio de planeta enorme y plano, es un gran desierto medio arena y medio matorral pedregoso. Resulta muy difícil describir un paisaje tan enorme, creo que las imágenes podrán hacerlo mejor que las palabras. Es un espacio enorme, enorme, con un camino que cruza recto, recto, (intento dibujar el paisaje y quedan unas líneas tan sólo del dibujo...... Me duele un poco la cabeza, me falta agilidad para pensar.....lo dejaré para cuando lleguemos al campamento"

Esta fue la última nota que pude tomar después de doce horas de cabalgada por los lugares más áridos, empinados y pedregosos que uno se pueda imaginar.

El suelo que pisas es casi todo el tiempo granito despedazado, roca vieja rota una mil veces, montañas de piedras desmoronadas como ripios de desecho de casas rotas, de iglesias caídas, de ídolos troceados, de amores perdidos, del tiempo que pasó y pasó y de tanto pasar se rompió el tiempo, como el cántaro que va por agua y siempre al final se rompe, como el trocito de cerámica inca que me regaló Pablo Zelaya cuando estuvimos en las ruinas incas más abajo del campamento alto.

Todo el monte es piedra de granito caída y desgajada, piedra de calcolpirita que brilla y lanza destellos que parecen oro. Oro de loco, pirita magnética que atrae metales y que tiene su estrella en cielo. Cuarzo blanco en bloques enormes y de todo tamaño, cuarzo blanco como la leche fría, como las casas blancas de los pueblecitos que baña el Mediterráneo, blanco intenso, como la nieve, como un folio blanco cuando no sabes que tienes que escribir que se vuelve más blanco por el blanco que a veces tienes dentro de la cabeza.

-!Guanacos, guanacos¡ Gritaba Jessica. -Por la ladera de enfrente, justo al llegar al Camino del Inca apareció una manada de guanacos de colores acaramelados y blancos. Allá van por el otro lado del barranco.

-El camino del Inca, al principio parece que es algo, sube por encima de una loma, al principio se ve ancho, aunque lo de camino sigue siendo un absoluto eufemismo. No hay ningún camino en el sentido en que le podemos dar las personas urbanas, aquello es un pedregal alucinante, me parece tan duro y tan difícil, que ni se me ocurrió en ningún momento pensar en bajarme del caballo. El camino de Inca ni es camino ni es nada, es, como la vida misma, un lugar por donde debes de pasar y encontrarte con todas las piedras del camino, y, no es por contradecir al poeta, aquí no se hace camino al andar, se anda y ya está.

Apunarse es algo que uno no espera jamás, apunarse es algo absolutamente inesperado para una persona que le ocurre por primera vez. Cuando elegimos la hora de iniciar el viaje situamos a Urano como regente del momento, para darle a esta expedición un talante uraniano. Y así fue, al poco de llegar al campamento alto se desato una tormenta eléctrica espeluznante. Se dice aquí que este tipo de tormentas ayuda al apunamiento porque absorbe mucho oxígeno de la atmósfera, por eso el resultado inesperado en las alturas fue el apunamiento masivo del grupo. Hasta Alfredo Escudero, el nativo del lugar, padeció dolores de cabeza y le pidió aspirinas a Pablo.

Tito apunado

Cuando te apunas, te puede doler la cabeza, a mí me dolía bastante la cabeza, me tomé aspirina pero nunca remitía del todo. Pero lo del dolor de cabeza era lo menos alarmante, cuando te apunas te falta el aire y no puedes dormir, te despiertas cada poco para respirar y como decía Charlie, que también estaba apunado pero no le dolía la cabeza, tienes la misma sensación que cuando estás sumergido, buceando a pulmón bajo el agua y te despistas por el fondo y te falta el aire y cuando sacas la cabeza de agua aspiras una profunda bocanada de aire ahhhh¡.......y así todo el tiempo, había que estar pendiente de la respiración; hinchar la barriga de aire, luego el pecho y después las clavículas, y soltar ahhhh!.

Llega la noche y con ella el frío y no podemos dormir, ni siquiera te apetece tomar un vasito de vino tinto. En ese instante el vino es un vasodilatador que te puede dejar aún más apunado. Mucho menos pensar en fumarte un cigarrito de nada. Piensas que te puede sobrevenir un edema cerebral o pulmonar como le ocurrió a una alemana hace unos meses según me contaba Pablo Zelaya que tuvo que bajarla rápido tirando sangre por la boca.

Cuando te apunas te quedas bloqueado, cualquier movimiento para hacer el más mínimo esfuerzo resulta extremadamente penoso, te falta el aire para todo, te quedas quieto, te acurrucas en un rincón de la minúscula tienda de campaña y permaneces ahí contando el tiempo y dices, ya pasará, ya pasará y la noche sigue y se alarga y tienes ganas de hacer pis, y te duele y tienes que salir y sales, desde luego al final siempre sales y ahí estás en la noche de frío y tormenta eléctrica, sin aire, son esos momentos de la existencia donde te sientes al límite, es entonces cuando te viene el recuerdo de lo que eres, de lo que crees que eres y de lo que eres de verdad y disimulas, y a lo tuyo, ya no hay ni miedo, todo es sorpresa.

Mañana será otro día, y te plantas duro a esperar el nuevo día.

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Comentario por Tana Rosa el enero 29, 2013 a las 3:14am

Gracias Tito por compartir tus cuadernos de viajero con todos nosotros. Para las personas como yo, que visitar lugares lejanos lo dejo por motivos ajenos a mi voluntad, para otra vida; es un placer viajar a la grupa de ese caballo y compartir la expedición...sintiendo y saboreando esas experiencias...¿ agarro el cactus de San Pedro en Sirventa? No se me ocurre un lugar mejor para plantarlo. Un abrazo

Comentario por Nela van den Brul el junio 29, 2012 a las 4:28pm

Eres un escritor de relatos de lo mas ameno...!! Aunque te he leido mucho nunca me entró estas ganas de decirte.. Escribe ese libro que acabas de empezar, que tendrá exito!! Y eso que no es de astrologia es.. un diario de viajes!! Me quedé con ganas de mas!! 

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