Tito Macia

Astrología una manera distinta de percibir la realidad

La terapia con fuego con las brujas de Teotihuacan y el popochcomil


Es mediodía en el jardín de la Coatlicue de Teotihuacan, tres chamanes se preparan para la terapia de fuego; una chamana experta Sagitario, un chamán Leo inexperto y una chamana novata Capricornio y como paciente, un servidor.

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La operación es dirigida por Cihualcoalt, la chamana experta Sagitario que enciende el fuego en una especie de pebetero o copón de barro cocido que parece un gran cáliz del neolítico al que llaman “popochcomil”, alrededor del borde del copón hay una serpiente de cascabel que no llega a morderse la cola, pensé que podría ser una representación de la serpiente emplumada o Quetzacoalt, le pregunté a Hilda, la Cihualcoalt y me dijo que la serpiente de cascabel que bordea el copón incensario que llena de brasas, es una representación de Quezalcoalt en versión femenina, que es su animal de poder, que se representa a ella misma, que la serpiente de su popochcomil es Cihualcoalt, que quiere decir la mujer serpiente, este animal de poder le corresponde por su fecha de nacimiento, pues en el zodíaco azteca, Hilda nace en el signo de la Serpiente que se corresponde con la Vía Láctea o la Galaxia.

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La Cihualcoalt introduce en el popochcomil pequeños pedacitos de tea que luego recubre con carbón vegetal, prende las teas y se inicia el fuego terapéutico. Una vez el copón está lleno de brasas ardientes arroja en su interior lágrimas de resina de copal que desprenden un aroma parecido al incienso de las iglesias antiguas y así comienza la terapia.

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Me tumban en una camilla situada casi en el centro del jardín bajo la semisombra de un viejo granado que ya está en flor, con esas flores rojas de cinco petalos sedosos y su corona de cinco picos que si se miran al revés parece la corona de un bufón. -Bufando estoy por dentro de ver lo que van a hacer conmigo estos tres chamanes. Con lo bonito que era mirar al cielo y ver las flores del granado, ahora me han puesto una bolsita plana llena de semillitas de flores de lavanda sobre los ojos, ya no veo nada, sólo noto que empiezan a toquetearme. No sé quién me toca, ni qué hace, noto que me pasan la mano como cuando se hacen las abluciones antes de entrar a compartir el ejercicio de grupo en el sufismo. Eso es lo que hacen, lo he visto hacer en otra sesión a otra persona donde era espectador.

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Pasan la mano sobre las diferentes partes de mi cuerpo como recogiendo pelusilla astral que se deposita sobre la piel y la arrastran hasta llevarla al copón en brasas, una pasada y otra y otra, todas llevando le pelusilla astral hasta el popochcomil humeando de incienso. El popochcomil es el sumidero al que van a parar todas las virutas mórbidas, sutiles e inmateriales que recubren mi cuerpo a ojos de los chamanes.

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Paquito, el nuevo chaman, que ahora trabaja de sobrecargo, como todo este grupo de chamanes, todos han realizado su tarea profesional en el cielo, en las alturas, todos ellos se han conocido durante largas travesías aéreas y han visto el cielo nocturno más cerca que el resto de los humanos, Paquito, decía, se detiene a observar la forma que van tomando las brasas del carbón ardiente y humeante de copal que hay en el popochcomil de la mujer serpiente y observa o deduce de lo que observa que tengo el pulmón izquierdo algo tocado, cosa que ya sabía desde siempre y también encuentra que me duele la rodilla izquierda, además descubre un órgano que tiene mucha potencia, esos fueron los tres comentarios que hizo Paquito -que mide casi un metro noventa- cuando observaba el carbón ardiente del popochcomil de barro cocido de la Cihualcoalt en el jardín de la Coautlicue en Teotihuacan.

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El diagnóstico fue muy certero, aquí conviene recordar que Paquito es Leo por eso tiene bastante desarrolladas las dotes de clarividentes que todos los leo poseen. Una vez diagnosticado el lugar del cuerpo más dañado comienza la terapia doble, pues los chamanes actúan desde el plano físico y material y desde un plano paralelo e inmaterial.

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Por un lado masajean de una manera suave y especial las zonas afectadas, mientras por otra realizan imposiciones de manos, colocación de obsidianas y rastreo por todo el cuerpo en busca de energía estancada, para ello usan un huevo fresco entero y lo van pasando por todas partes, a veces se rompe y es señal de no sé qué, menos mal que conmigo no se rompió el huevo sino me hubiera llenado de pringue y habría sido degolás. El caso es que el huevo va absorbiendo todo tipo de energía que algunas veces se materializa como entidades extrañas que se adhieren a uno a causa de la más variada gama de procedencias y naturalezas.

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Cuando consideran que el huevo ha absorbido a las entidades o cuerpos indeseables y perjudiciales, se rompe el huevo, se tira la cáscara y se introduce el resto dentro de un vaso medio lleno de agua, es ahí donde se observan las entidades atrapadas por el huevo y se discute sobre su procedencia, su característica y su malignidad.

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Por otro lado usan grandes obsidianas que las van colocando en lugares del cuerpo estratégicos. La chamana Cihualcoalt me pone una obsidiana negra de gran tamaño en cada mano y luego me va colocando otras obsidianas negras, del tamaño de un tomate grande aplanado en cada uno de los puntos del cuerpo que se corresponden con lo que se conoce como chakras; una sobre el ombligo, otra sobre el esternón, otra casi en la garganta, otra bajo el ombligo y otra en la zona divertida. Además me coloca otra obsidiana negra mucho más grande y tambien aplanada, bajo los riñones.

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Las obsidianas negras absorben el exceso de calor originado por la rabia, el odio, la furia, el rencor, la cólera, los arrebatos violentos y todas esas actitudes negativas que pueden llegar a alterar la salud. La obsidiana negra calienta las zonas frías o desvitalizadas del cuerpo, las obsisidinas equilibran, serenan, aplacan, restablecen la armonía y con ello la salud.

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La tercera parte de la terapia se realiza usando el popochcomil con brasas ardientes y el humo de incienso de copal. El popochcomil de barro cocido de la Cihualcoalt actúa como una especie de aspirador que va extrayendo todos los elementos mórbidos e indeseables del cuerpo, se va colocando sobre las partes dolidas y su calor absorbente va actuando de manera sanadora, purificando, calentando, limpiando, impregnando, vivificando el área del cuerpo sobre la que la chamana lo va posando, así de esta manera se realiza la terapia de fuego en el jardín de la Coatlicue de Teotihuacan.

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